lunes, 21 de julio de 2008

La tristeza y la literatura


Hace algunos días leí unas palabras, una sentencia, una conclusión: la alegría no nos necesita, la autora de dicha frase, me pareció, resumia en cinco palabras todo un largo camino de comprensión del por qué de la literatura, del poema. Por extraño que parezca, en esas cinco palabras se esconde toda una verdad inobjetable. No aceptarla, no lidiar con ella por lo menos, nos deja al margen de la realidad, del mundo, del destino, de una mejor comprensión de la vida. Cuando Marguerite Duras escribe eso, nos quiere sin duda, decir muchas cosas. Pero precisamente, creo - como era su costumbre-, nos da las palabras necesarias, las justas, para entrar a un sentido todavía mas profundo y complejo, aquel que nos explique el por qué se escribe…

Intentando recordar algunas palabras de Ana Maria, Matute, esta otra escritora parece seguir el pensamiento de Duras, cuando apunta que la verdadera literatura es triste, porque triste es la vida. Que la literatura intenta presentar esa realidad de una forma distinta, pero no por ello menos triste. Pero henos aquí ante una paradoja. Si el arte es esencialmente una experiencia estética, y si la estética se refiere a la percepción y creación de la belleza, ¿cómo lo triste puede ser bello?

La obra máxima de la literatura latinoamericana es para muchos El llano en llamas (1953), de Juan Rulfo. Este autor, tan solo escribió dos obras. Con eso bastó. Eso fue suficiente para abarcar la realidad no en extensión, sino en profundidad. Nadie medianamente sensible o informado, puede negar que la obra de Rulfo, difícilmente puede excluirse de dos adjetivos aparentemente incongruentes, el de ser una obra bella, y el de ser una obra triste. Que nos habla de la tristeza. Por su parte, el antecedente literario de la obra de Rulfo, Cuantos de Barro (1934), del salvadoreño Salarrué, es después de tres cuartos de siglo, la obra cumbre de la literatura de este país centroamericano. Ambas, aquella y esta, consideradas por Augusto Monterroso, los cuentos más tristes de Latinoamérica.

Muy particular recordar, que la novela The Road, del norteamericano Cormac Mc Carthy y que ganara el Premio Pulitzer el año recién pasado, es una fatídica historia, en un mundo en destrucción, en caos, eso que de forma tan simple algunos llaman futurista. Más atrás en el tiempo, Las uvas de la ira, (1039) de John Steinbeck es por su parte una de las mejores novelas en lengua inglesa del siglo veinte y una mas, de ese siempre triste paisaje humano al que Steinbeck dedico su vida.

No podemos olvidar, The Old Man And The Sea (El viejo y el mar) publicada en 1952 por Ernest de Hemingway, una de las historias más hermosas de la literatura universal, y que Vargas Llosa destaca por su llamado a la compasión. Sólo lo triste te arrastra a la compasión. La soledad de Santiago, su lucha y su triunfo, es una bellísima historia humana eternizada.

Y los cuentos de Wilde, como El príncipe egoísta o El ruiseñor y la rosa, ¿no son en su esencia tristes? ¿Y que son Los miserables entonces, o Los Hermanos Karamazov? Tan sólo historias tristes, hermosamente tristes.

La tristeza nos necesita, la literatura debe llamar la atención sobre la tristeza, nos dice nuevamente Matute. Pues el compromiso del escritor es el compromiso con lo verdadero, con lo bueno y con lo bello.


Jorge Castellón

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Jorge. Buscando en Google tristeza y belleza me salió tu post. Espero que aún puedas leer esto.

Me parece muy interesante el tema y te quiero preguntar una cosa. De entre todas las referencias ¿con cuál te quedarías como referencia de obra cumbre literaria en cuanto a la tristeza retratada con belleza?

Muchas gracias.