martes, 22 de julio de 2008

La tristeza y la literatura II


Ayer hablamos de la literatura y la tristeza, o de la tristeza en la literatura. Decíamos que la literatura debe llamar la atención sobre la tristeza, mostrárnosla. No porque no la veamos. Pero debe mostrárnosla de otra forma, de una forma que nos permita llegar a aquello que Vargas Llosa llamó, la compasión.

El arte es transformador. Nos afecta, quizás en ocasiones, mucho más de lo que la realidad desnuda lo puede hacer.

Transcribo como ejemplo estos poemas de Reyes Gilberto Arévalo, de su libro El silencio de los sentidos, es él un escritor salvadoreño, médico pediatra de profesión, que nos habla de una realidad que conocemos, pero que no es difícil ver de frente… he aquí lo que puede hacer la poesía con la realidad.


Niño ciego


Se restriega los ojos
simulando quitarse una basurita,
dulces palabras
atraen su atención


La madre
quiere un hilo de luz
en la memoria de su hijo

Ha de enterarse
que a la vida se viene
para ver la luz
y sus alrededores



Hidrocefalia



Memoria perdida
es su existencia,
nació
con agua en la cabeza.

Ha de crecer
con rumor de caída de agua,
que es su imaginación.


Niño quemado


Carne viva
en cuerpo de humano
temblor,

lágrimas
en gritos suplicantes.

Lo bañan
con lo delicado
que deja un beso en la frente.

Por el momento
injertos
anudan esperanzas

En la amplitud del tiempo
y en señal de vida,
cicatrices
han de cubrir su piel.


Tomado de: Poesia Extraviada. Antología poética. Reyes Gilberto Arévalo. Canoa editores, El Salvador. 2007.

No hay comentarios: